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Ocultos a las miradas de los viandantes y al calor del asfalto, el pasado jueves 9 de junio apenas dos docenas de melómanos nos congregábamos entre bóvedas de piedra y ladrillo visto en las entrañas del número 15 de la calle La Puebla de Madrid. Y no para descubrir los secretos bajo tierra en una ruta del Madrid subterráneo, no. Estábamos ahí para abrazar las ráfagas huracanadas que desde Navarra volvían a traer a Razkin a la capital, y de las que esperábamos, una vez más, no salir indemnes.
Bajo una potente luz anaranjada y con energía a raudales, Pedro, Raúl, Joxerra y Mikel no dejaron pasar la oportunidad de mostrar el talento, la complicidad y la sinergia que se gastan. Se notaban las ganas de estar en un bolo como los de antaño y tocaron, se movieron –lo que el ínfimo escenario les permitió– y le dieron al headbanging como si estuvieran invocando a Apolo, Euterpe y todas las deidades rock and roll.

Así, recorrimos su álbum homónimo y su Norte en un espectáculo de casi dos horas que nos pellizcó el estómago con temas como “Andrómeda”, “Ni amor ni mentira” y “Si se quiere se está”. Nos hizo bailar con “Hostal”, “Normalidad” o “El raro eres tú”, recorrer América Latina con “Tekila en Bakalar”, y volar con su “Polizón”, su “Huracán” y su “Sucia poesía”. Una velada en la que también quisieron otorgar protagonismo a dos bandas que, desde sus y nuestras latitudes, asfaltaron el camino del rock patrio hace ya 40 años: Barricada y Leño, a quienes homenajearon entonando sus respectivos “Animal caliente” y “Sorprendente”.

Al salir, dejamos nuestros nombres en la puerta para, como nos prometieron, tener un lugar privilegiado en el Golden Circle del Metropolitano de aquí a un tiempecillo. Lo que quizá no saben es que privilegiados ya fuimos por presenciar el aumento de kilómetros y milibares de un huracán al que no tenemos ni pizca de ganas de frenar.

